Me pasé la tarde y la noche del domingo (compartiendo emociones y preocupaciones con Alcaraz y el España-Portugal) echando cuentas sobre las manifestaciones contra Sánchez que todavía le quedan por organizar al PP, a Feijóo y a Isabel D. Ayuso, todos juntos o por separado. No acerté con el número exacto y eso que sumé días, semanas, meses y hasta un par de años. Por eso me pregunto: ¿cuántas quedan?, ¿cuántas nos quedan? Creo que es necesario saberlo cuanto antes para irnos preparando mental y anímicamente y no caer del todo en una esquizofrenia que ya estamos rozando. El viernes se reunieron (o eso dijeron) en Barcelona los mismos que dos días después, ya en Madrid, intercambiaron broncas y nos regalaron, una vez más, un ambiente de tensión, crispación y ruptura total de relaciones. ¿El viernes puede haber intercambio de discursos más o menos civilizados y el domingo hablar de mafia y otras lindezas? Si uno cree que el Gobierno es una mafia, con la terrible connotación que tiene esta palabra y este concepto, y Pedro Sánchez es su capo, ¿por qué no ir directamente y sin demora a dos sitios: al juzgado para interponer una denuncia y al registro del Congreso para presentar una moción de censura? Feijóo no ha hecho ninguna de las dos cosas, sino que ha preferido el ruido, la calle, eso que tanto odiaba su partido cuando llamaba pancarteros a los manifestantes de cualquier índole. Y, de momento, el gran mensaje del líder del PP es pedir elecciones anticipadas. Paralelamente a la reclamación de los comicios, tendría que poner sobre la mesa su programa, su oferta, para que todos los españoles sepamos cuanto antes lo que quiere hacer con la vivienda, la inmigración, el mapa energético, la financiación autonómica, la sanidad y ese largo etcétera que, según estudios recientes, preocupa más a los ciudadanos que las supuestas investigaciones sobre Begoña Gómez o el fiscal general o las andanzas de un tal Koldo. Feijóo tendría que hacerse mirar el contenido de sus mensajes. Si se reducen a exigir elecciones, el personal puede acabar cansándose, especialmente si, tras la insistente petición, no viene nada que ilusione a la gente. En fin, él sabrá. Asesores tiene.