Si el debate personal de las semifinales apuntaba al Yamal-Dembelé y la recompensa del Balón de Oro, el de la final apunta unos cuantos metros más atrás, donde se genera el fútbol: Pedri-Vitinha, los dos cerebros de moda del fútbol europeo, disputan el 'pequeño partido' individual dentro del gran partido colectivo.
Es imposible entender la sobresaliente temporada de Barça o PSG sin que el balón haya pasado por sus botas. Vitor Ferreira, apodado Vitinha por su estatura desde pequeño (detuvo su crecimiento en los 172 centímetros) frente a Pedro González, Pedri por similar motivo (174). Ambos tienen el mapa del campo en la cabeza, ambos saben -o eso parece- qué van a hacer antes de recibir, ambos acomodan el balón como si éste fuese el que quiere acomodarse con ellos. Y en su agilidad de pensamiento y ejecución está un alto porcentaje de la final.
El portugués fue el motor del arrollador PSG de la final ante el Inter (5-0). «¿Y lo de Vitinha… qué ha sido?» exclamaba Luis Enrique, eufórico, tras el partido. Es perfecto para la propuesta eléctrica del asturiano, en la que todo se desarrolla a una velocidad endiablada. Nacido hace 25 años en Vila das Aves, una pequeña localidad norteña a caballo entre Braga y Oporto, ha alcanzado su madurez antes de tiempo en un puesto que requiere, además de todas sus virtudes, el paso del tiempo para entender el oficio.
Entró pronto en la cantera del Oporto y antes de tirar la puerta del primer equipo, endureció las piernas en la Premier League, en un fugaz paso por el Wolverhampton -la mano de Jorge Mendes, su agente, es grande en el club inglés-. Solo una temporada más O Dragao bastó para que todos los grandes de Europa apuntasen su nombre en las agendas, pero fue el PSG, soltando 41,5 millones de euros cuando su valoración no superaba los 30, el que se llevó el premio gordo.
En tres temporadas en París, ha deshecho todo el camino que marcó la 'generación Verratti'. Todo se basa en un tren superior poderoso y un centro de gravedad bajo que le permiten moverse por el campo indetectable, siempre desmarcado, siempre ofreciéndose, siempre (o casi) escogiendo la mejor opción. Vitinha suma ya 227 partidos profesionales, 146 de ellos con el PSG, al que ha elevado a lo más alto de Europa. Ha sido 28 veces internacional absoluto con su país.
El fútbol eléctrico del '16' de Roberto Martínez tiene una versión acaso más delicada en Pedri, el más fiel representante de ese fútbol canario fino practicado por tipos imperturbables capaces de mantener la calma y elegir el camino correcto, incluso rodeado de rivales.
Giro
A pesar de ser dos años y medio más joven que Vitinha (tiene 22, cumplirá 23 en noviembre), le ha dado tiempo a disputar más partidos (239 como profesional, 202 de ellos con la camiseta azulgrana) y a sumar más duelos internacionales: 30 veces con España.
Natural de Tegueste (Tenerife) y canterano de Las Palmas, Pedri fue la apuesta firme del Barça en la 19/20, en una operación cerrada inicialmente en apenas cinco millones de euros pero cuyas cláusulas y bonificaciones, a caballo de la progresión del genio, ha elevado a algo menos de 25. El '20' de De la Fuente ha dado un giro decisivo en su carrera esta temporada, en la que Hansi Flick se vio sobrado de mediapuntas y escaso de mediocentros y decidió que Pedri contemplase el fútbol desde atrás, junto al pivote defensivo, originando el juego en lugar de buscando la sentencia. El seleccionador hizo lo mismo en semifinales ante Francia: ante el dominio francés y la incapacidad española para retener el balón, intercambió las posiciones de Merino y Pedri… y el resultado fue inmediato. España se quedó la pelota y Merino marcó el 2-0.
En el mejor año de su carrera, olvidado el período de lesiones, ha disputado 59 partidos con el Barça y un total de 4.647 minutos, el que más de toda la plantilla azulgrana. Son seis encuentros más que Vitinha, que se ha quedado en 52 y 3.891 minutos. Los dos cerebros que deciden a que se juega en el mano a mano más esperado del Allianz Arena, donde hace apenas ocho días se celebró la final de la Copa de Europa que el portugués levantó y el canario no alcanzó por los pelos.