Los viajeros ingleses que nos retrataron para el mundo (II)

Antonio Pérez Henares
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El autor del libro que los invasores franceses traían en sus mochilas

Los viajeros ingleses que nos retrataron para el mundo (II)

Uno de los libros más famosos del final del siglo XVIII y principios del XIX se le debe a un médico, geólogo y pastor anglicano, Joseph Townsend. Nacido en 1739, hijo de un miembro del Parlamento inglés, fue un hombre muy reconocido en su época por sus estudios y propuestas sociales, hasta ser considerado un antecesor de Malthus, aquel que en sus obras advertía que el crecimiento de la población mundial era ya algo catastrófico y que acabaría en breve con los humanos poco menos que comiéndose unos a otros. Townsend antedeciéndolo había escrito su Disertación sobre las leyes de pobres en la cual exponía una teoría naturalista de la economía y se oponía a las prestaciones estatales. Venía a decir que estas contribuirían al aumento de la población y lo que harían sería agravar la miseria así que, según él, había que abolirlas pues «solo el hambre puede estimularlos e incitarlos a trabajar (sic) pues no solo es una amenaza pacífica, silenciosa e implacable, sino que siendo el motivo más natural para la laboriosidad, produce los esfuerzos más poderosos. El hambre amansa a las fieras más indómitas, enseña decencia y urbanidad, obediencia y sometimiento incluso a los más brutos, obstinados y perversos». ¡Tela! Pero Malthus iría aún más lejos. Él sí aconsejaba algo a lo que este se negaba, un sistema de Seguridad Social a través de mutuas obligatorias que cubrirían los gastos sanitarios y los entierros de los pobres. Todo un detalle. Él alcanzó pronto el grado de vicario y una rectoría, y luego fue capellán de un duque, con lo que no le alcanzaban tales zozobras.

El viaje a España que lo haría famoso no se produjo hasta 1786, tras quedarse viudo. Duraría todo un año, siendo recibido incluso en la corte de Carlos IV, donde llegó a conocer al poderoso e inteligente conde de Floridablanca, uno de los hombres más importantes del momento hispano.

Su curiosidad científica, fue un gran geólogo, y sociológica le llevó a querer conocer e indagar en la vida de las gentes y su población así como la producción del país, precios, comercio e impuestos, sin perder de vista los temas que más le interesaban, como la composición de los suelos, su vegetación y el desarrollo de la agricultura y la industria. Sus datos, la cuidada descripción de rutas e itinerarios, hicieron que el libro, que tuvo mucho éxito en Inglaterra y fue traducido al alemán, lo fuera también al francés y no solo eso. Al producirse la invasión napoleónica de España, se reeditaron un número considerable de ejemplares para que los oficiales bonapartistas lo llevaran en sus mochilas y les facilitara la tarea.

En España su obra no fue conocida ni hubo impresión alguna de su libro hasta finales del siglo pasado. De inicio, por la prohibición expresa de toda obra que criticara a la administración, las autoridades y estamentos, pero luego por la inquina de haber servido en cierta forma de guía para las fuerzas de ocupación francesas, y ya después, por olvido y por desidia. Pero merece la pena por su precisión, su descripción del país y de sus riquezas, así como por ofrecer una mirada general sobre nosotros que demuestra limpieza y no está condicionada por ideas preconcebidas ni de superioridad despreciativa.

Muy crítico con las condiciones en que vivían los españoles, así como con el despotismo con que se ejecutaban las leyes y el mal funcionamiento de la administración, no dejó sin embargo de admirar a sus gentes y sobre ellos hizo este hermoso retrato:

«Fueron muchas las veces que me vi obligado a admirar la ilimitada generosidad de sus habitantes. Si expresara todo lo que siento, al rememorar su bondad, parecería adulación; pero me atrevo a decir que la sencillez, la sinceridad, la generosidad, un elevado sentido de la dignidad, y unos firmes propósitos del honor son los rasgos más prominentes y apreciables del carácter español».

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