La escalada de hostilidades entre Irán e Israel en los últimos días puede desembocar en una guerra de consecuencias globales e imprevisibles, cuando no irremediables como ha advertido el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, ante la posibilidad, cada vez más cercana, de la participación directa de Estados Unidos. Las consecuencias de este conflicto saltan los límites de Oriente Próximo y afectarán a todo el mundo civilizado, por lo que los principales dirigentes mundiales deberían tomar cartas en el asunto cuanto antes y comenzar un diálogo o intermediación, que de momento se vislumbra muy lejana, especialmente cuando el presidente norteamericano deja en dudas una intervención sobre el terreno. El planteamiento de Trump sobre la posibilidad de atacar Irán en busca de una "rendición incondicional" es una absoluta irresponsabilidad, aunque va en su línea de negociar una vez emprendidas acciones de castigo o amenazas serias.
Este conflicto, además de reconfigurar el mapa de poder en Oriente Próximo, está impactando ya con fuerza en el tablero económico y geopolítico mundial. El peor escenario posible sería el uso de armas nucleares por parte de Israel o el ataque a instalaciones de enriquecimiento de uranio y otras que pudieran afectar a millones de personas, lo que podría desencadenar una conflagración total con la participación de Estados Unidos y otras potencias occidentales o regionales.
Las consecuencias económicas se apreciarán con mayor rapidez y el petróleo, como siempre, es el termómetro más inmediato. En los primeros días ya se ha disparado el precio del crudo, que se mantendrán elevados si el conflicto persiste, a lo que hay que añadir que gran parte del transporte marítimo mundial, incluida aproximadamente una cuarta parte del petróleo del mundo, pasa por el estrecho de Ormuz, frente a la costa de Irán. Todo ello agravará los problema de las industrias europeas de gran consumo energético y podría desencadenar un resurgimiento de las presiones sobre los precios, que han disminuido considerablemente en los últimos meses.
El impacto combinado de los altos precios de la energía y la incertidumbre podría añadir un elemento de estanflación a las perspectivas de la eurozona en el que la alta inflación y el débil crecimiento se afiancen en todo el bloque, según avisan ya algunos analistas. Evidentemente, el escaso peso político de la Unión Europea en Oriente Próximo y su nula influencia en el presidente norteamericano ponen en duda que pueda ejercer de mediador en el conflicto, aunque debería asumir el liderazgo que le corresponde e intentar frenar una escalada que ya se está convirtiendo en guerra total. Esta misma semana, la Comisión Europea ha señalado que la inestabilidad en Oriente Próximo y la volatilidad del petróleo no supone "por ahora" un riesgo para la seguridad energética de la UE. No hace falta esperar a que lo sea para buscar soluciones.