Un mundo con más de 123 millones de refugiados

Europa Press
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Las guerras que asolan el planeta o los efectos más duros de las catástrofes medioambientales dejan un reguero de expatriados errantes, sin protección y solo con una perspectiva: escapar

Miles de niños solo han conocido la huida desde que nacieron o la vida en los campos de acogida - Foto: Ahmad Awad (EFE)

Conflictos armados, violencia y desastres naturales dejan ya 123,2 millones de personas desplazadas en el mundo. Un dato que recuerda Acnur con motivo del Día Mundial de los Refugiados, que se celebra este viernes. Coincidiendo con esta fecha, la ONG pretende poner el foco en las personas expatriadas y en pedir protección para aquellas que se han visto obligadas a desplazarse. Con este objetivo, el Comité de Emergencia Español quiere poner nombre a algunas de las millones de historias de personas que han tenido que huir, como Karam (nombre ficticio),     que  ha sobrevivido a desplazamientos internos continuados desde que nación en abril de 2024. A su madre la hirieron y murió durante el parto, así que apenas había cumplido un día de vida cuando un equipo de rescate lo llevó a la Aldea Infantil SOS de Rafá, en la Franja de Gaza. Como ningún miembro de su familia estaba vivo, las autoridades locales decidieron que la oenegé  cuidase de él.

El pequeño es uno de los 46 niños que viven en el campamento de esta entidad en Al Mawasi, cerca de Khan Younis, al sur de la Franja. Todos ellos son víctimas de los desplazamientos internos causados por la guerra, como otros 1,9 millones de personas, el 90 por ciento del total de la población.

Pese a que en los últimos años acostumbramos a escuchar historias de desplazados en Oriente Próximo, los fujos de exiliados van más allá. Es el caso de Momtazul. Tenía 10 años cuando llegó al campo de refugiados de Cox's Bazar, en Bangladesh. Él y su familia forman parte de la etnia minoritaria musulmana de los rohingya y tuvieron que salir huyendo de Myanmar cuando los militares atacaron su aldea. «Cuando llegaron, torturaron a los hombres más jóvenes y a los adultos y después los mataron. Una noche, a la hora de la cena, los militares vinieron a casa y nos atacaron. Mi familia y yo lo dejamos todo y empezamos a correr y correr». Tras siete días, consiguieron llegar a la frontera. «Después tuvimos que esperar cuatro meses hasta que pudimos entrar a Cox's Bazar, donde nos dieron comida y refugio», narra.

Momtazul forma parte de los proyectos que Educo lleva a cabo en el campo de refugiados. Además de cubrir las necesidades más básicas, la organización desarrolla programas de educación para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que viven allí. «El derecho a la educación es el primero que pierde la infancia refugiada o que vive una situación de emergencia y el último que recupera», explicado Paula San Pedro de Urquiza, coordinadora de Incidencia Política de Educo.

Florence tenía solo seis años cuando huyó de la República Democrática del Congo junto a su madre, tras la desaparición de su padre en medio del conflicto. Encontraron refugio en el campo de personas refugiadas de Dzaleka, en Malawi. Allí, aunque Florence creció enfrentando barreras como el hacinamiento, la discriminación y la falta de oportunidades educativas, recobraron el sentido de la seguridad: «Aquí nos sentíamos a salvo», recuerda.

Ahora, con 18 años, Florence se ha convertido en una firme defensora de los derechos de la infancia, especialmente de las niñas refugiadas, a través del Parlamento Infantil de Dzaleka, una iniciativa impulsada por Plan International y Acnur. 



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