Un rescate contrarreloj plagado de pequeños milagros

EFE
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El naufragio de un cayuco en El Hierro cuando llegó a puerto deja una imagen de desolación, con siete fallecidas, pero también de solidaridad por la rápida ayuda de los vecinos y de algunos 'prodigios' que evitaron más muertes

La embarcación accidentada, tras ser sacada de las aguas en el puerto canario - Foto: Reuters

Lo extraordinario también encuentra resquicios en medio de la desolación. Que la embarcación volviese a darse la vuelta, que hubiese decenas de aros salvavidas en el muelle desde hace tan solo unas semanas o que se creasen burbujas de aire bajo el casco son los «pequeños milagros» a los que aluden personas presentes en el rescate del cayuco que volcó días atrás en La Restinga (El Hierro), con un saldo de siete vidas perdidas, cuatro mujeres y tres niñas.

Al agua saltaron, según relataron testigos de lo sucedido, decenas de personas que no dudaron en poner a salvo a los migrantes que podían, desde miembros de la lonja de pescadores que tienen su sede en el muelle, hasta buzos de empresas de la zona, como Tagoro Dive, profesionales de emergencias fuera de servicio o simples ciudadanos que se encontraban cerca.

Fernando Gutiérrez, secretario de la Cofradía de Pescadores de El Hierro, relata que estaba en el muelle poniendo combustible cuando llegó la Salvamar Diphda con el cayuco amarrado a banda y comenzó el trasbordo, que en un principio transcurría sin incidentes.

Todos colaboraron para auxiliar a las víctimas Todos colaboraron para auxiliar a las víctimas - Foto: ReutersFue al regresar a la oficina cuando le avisaron de que la embarcación había volcado.

Gutiérrez volvió al muelle, comprobó la situación y temió lo peor: «Por las características de cómo venía la patera y por cómo se volcó, sinceramente pensé que se ahogarían más de 60 personas», detalló.

«Cuando el cayuco se volvió a poner en posición normal, aunque con bastante agua dentro, de repente oí gritar a un niño, y salieron en menos de nada como 10 o 15 personas del fondo. Si no lo veo no lo hubiese creído, porque pasaron como 10 o 15 minutos desde que se había volcado. Me parecía imposible. No soy creyente, pero pareció un milagro», aseveró.

Del fondo de la embarcación, y por la existencia de burbujas de aire, pudieron rescatarse «a 10 o 15 personas más», si bien allí también se encontraron varios de los cadáveres de las siete personas que finalmente perdieron la vida. «Fue más tarde cuando descubrimos que en el fondo había más cadáveres, entre ellos el de una niña de cinco años», comentó con pesar.

Gutiérrez, que fue uno de los encargados de vaciar el cayuco, recuerda que en estas travesías los migrantes suelen cargar con mochilas, víveres o cantidades importantes de agua. Todo eso estaba principalmente en los compartimentos donde quedaron las bolsas de aire durante los momentos de más angustia, e hizo todavía más aparatosa la situación.

Este miembro de la Cofradía de Pescadores achaca que no haya habido más muertes a la presencia, desde hace apenas unas semanas, de una gran cantidad de salvavidas en el muelle, una petición que desde hace mucho tiempo venía haciendo el personal que trabaja en el muelle, entre otras cosas porque ya el pasado 18 de febrero otro cayuco se hundió allí mismo, a pocos metros de tierra. Entonces, se pudo rescatar con vida a todos sus ocupantes (84).

La sugerencia fue atendida hace muy poco, pero tras ponerle «muchas pegas», según Gutiérrez, que lamenta que se pueda poner el foco por parte de algunas autoridades en los protocolos, pues «los chicos de Salvamento son héroes y ayer lo demostraron», expresa.

Javier Iglesias, regenta un restaurante en La Restinga, donde también tiene su casa. Señala que, aunque esperaba la llegada del cayuco, porque estaba anunciado, cuando escuchó los gritos no dudó en acercarse al muelle a echar una mano, como ha hecho en otras ocasiones.

Allí se puso a cargar camillas hacia el hospital de emergencia o la carpa de Cruz Roja y a ayudar a los migrantes a cambiarse de ropa tras días de travesía.

Advirtió, sin embargo, que aunque ha ayudado cuando los cayucos llegan por sus propios medios al muelle y no hay dispositivos preparados, o de madrugada, esta vez la situación era desbordante y diferente.

«En el último naufragio grave, a finales de septiembre del año pasado, todo sucedió en alta mar y prácticamente no ves las caras de los migrantes. Esta vez lo hemos visto muy de cerca y ha sido muy desesperante ver a padres que no se quieren separar de la orilla del puerto porque necesitan encontrar a sus hijos», afirmó el hostelero.



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