Años en Valladolid: Tres.
Profesión: Operario de fábrica.
Comida y bebida favorita: Paella de marisco y cerveza.
Rincón favorito: Zona de tapeo de la plaza del Val.
Cuando Anthony José Ruiz Torres (Caracas, 1990) valora su «suerte» de vivir en Valladolid «con la calidad de vida» que ha alcanzado no habla de lujos precisamente. Aprecia tener un trabajo de jornada completa, como operario en una fábrica de metal, con un salario que desde luego no le da para hacer fortuna, pero sí para pagarse un alquiler compartido con su hermano gemelo en la zona de la Circular, tomarse una tapa en su zona favorita de la ciudad (la del mercado del Val) o escaparse de vez en cuando a Madrid y contemplar el Bernabéu, «aunque sea por fuera». Habla de disfrutar de esas pequeñas cosas que resultan ser muy grandes cuando, no hace tanto, sólo las veía de lejos, como cuenta que le sucedía mientras estuvo en Venezuela. «Habrá quien no lo entienda, pero poder cubrir tus necesidades básicas, comprarte tus cosas y que todavía te quede algo para mandárselo a tus padres, es algo que de verdad ni en sueños imaginé».
«No hay un solo día que me levante sin echar de menos mi país, por muy mal que esté por su situación política, social y evidentemente económica. Siempre estará en mi corazón y sueño con regresar aunque sólo sea de visita», subraya, pero allí cuenta que la nómina no le da ni a su padre, que ya tiene 64 años y lleva «casi toda la vida» con un trabajo estable como técnico de cámara en un canal de televisión. Anthony, además, no tenía estudios ni ninguna cualificación laboral específica, y allí veía un futuro muy oscuro. De seis hermanos, sólo el mayor continúa en Venezuela; el pequeño murió, otro está en Costa Rica y tres en España.
A este país llegó en noviembre de 2019 con su gemelo, pero primero se instalaron en San Sebastián, donde ya tenían a una hermana, que fue la que les ayudó con el alojamiento y más porque, sin papeles, los dos tuvieron un comienzo de etapa «complicado». Y también después, dado que en 2021 ya consiguieron un permiso provisional que les permitía trabajar, «pero allí es que los alquileres valen el doble que en Valladolid o más», recuerda.
Por eso decidieron mudarse aquí en febrero de 2022, después de hablar con un conocido, y descubrieron una ciudad que les «fascina». «Al mes ya estaba trabajando mi hermano», en un restaurante donde aún hoy continúa; a Anthony le costo alguno más, pero ya lleva más de dos años en la misma fábrica, y con contrato directo después de haber entrado de inicio por una ETT sin que le avalara ninguna cualificación ni experiencia previa. «Como te digo, ni en sueños», cuenta, mientras ahora imagina, con los ojos bien abiertos, la posibilidad real de echar raíces definitivamente en su tierra de adopción.