A Iago Aspas se le acaba la gasolina, pero no la ilusión. Tiene ya 37 años, rumbo a los 38, y cada vez que visita un templo como el Bernabéu (mañana) o el Camp Nou le invade la incertidumbre de si será o no la última vez: está en esa cuerda sobre la que bailan hoy en nuestra Liga jugadores como Modric, Albiol, Stuani, Adrián, Trejo… Ven cómo a su alrededor cuelgan las botas tipos aparentemente 'eternos' (Jesús Navas este mismo curso) y piensan en ese último baile.
Es la 26ª vez que se enfrenta al Real Madrid y solo ha podido ganar dos veces… ambas en Copa. De hecho, la única vez que ha vencido en el Santiago Bernabéu (en 14 visitas) fue el gran protagonista, con un gol y un partido en los cuartos de final de la Copa del Rey 16/17, un 1-2 que guarda en su particular vitrina de logros individuales al servicio del colectivo de su vida. En total, desde su primer cara a cara con los merengues en la Liga 12/13 han sido 25 duelos con 20 derrotas y 3 empates, cinco goles y cinco asistencias.
Si el fútbol de los modestos, en efecto, también tiene a sus particulares estrellas y héroes, el caso del capitán celtiña es evidente: criado en la cantera del cuadro gallego desde los ocho años, abrazado por la hinchada desde el mismo día del debut en Balaídos (6 de junio de 2009). El equipo se jugaba la permanencia en Segunda División ante un rival directo como el Alavés y, con el duelo empatado, Eusebio Sacristán abrió sin saberlo las puertas de la historia del club. En el minuto 60, el chico comparecía sobre el verde para empezar a escribir su biografía en celeste: en el minuto 80 hacía el 1-0 y en el descuento, después de que los vitorianos empatasen la contienda, marcaba el 2-1. Allí comenzó todo.
De todas sus grandes páginas, la 11/12 forma un capítulo especial: el ascenso. Aspas, ya con 24 años, se echó al equipo a la espalda. Marcó 25 goles en 38 partidos y los vigueses terminaron segundos el año del doble ascenso gallego (el Deportivo, su gran rival, fue primero). Con solo un año en Primera División (12 tantos en la élite) el Liverpool aterrizó en A Madroa, la ciudad deportiva del Celta (hoy llamada Afouteza, cuyo nombre significa «osadía» o «valentía»), para llevárselo a Anfield a cambio de 10 millones de euros.
Lejos de Vigo
Existen futbolistas que no se hallan lejos de su ambiente, su entorno, su gente… o sus colores. La camiseta 'red' no le encajaba en el pecho porque no llevaba la Cruz de Santiago. Tampoco -al año siguiente, en calidad de cedido por los ingleses- el blanco del Sevilla. a pesar de que marcó 10 goles en 25 partidos (en Inglaterra, en un Liverpool donde tenía que competir con Luis Suárez, Sturridge o un joven Sterling, solo hizo un tanto en 15 encuentros). En la 15/16 regresó a Vigo, de donde ya no se ha movido y donde llegó a la selección absoluta un 10 de noviembre de 2016, de la mano de Vicente del Bosque.
Ahora, en sus últimos coletazos, ha aceptado su rol como suplente. Después de 10 temporadas consecutivas marcando más de 10 goles en el Celta, el año pasado bajó la barrera en nueve. Un año incómodo después de haber pasado por el 'rubicón' de la temporada junto a Rafa Benítez, con que el que llegó a escenificar algunos desencuentros. «Era un estilo completamente diferente al actual. No estaba cómodo en el terreno de juego. A mí siempre me ha gustado disfrutar a partir de la posesión del balón, es lo que me enseñaron en A Madroa».
Ese estilo actual, el de Claudio Giráldez, ha permitido ver con cuentagotas a un Iago Aspas de nuevo determinante. Son nueve dianas, las mismos del la 23/24, pero en apenas 1.636 minutos. El joven técnico de Porriño (37 años, los mismos que su capitán) ha elevado el espíritu de un equipo que ha pasado de luchar por la permanencia a rozar Europa con la punta de los dedos.